Lo que ves en esta imagen no es solo un par de huesos.
Es un testimonio silencioso de lo que la biología puede hacer cuando diseña con propósito.
🔹 A la derecha, la pelvis femenina.
Ancha, suave, curva, con una arquitectura pensada para proteger y permitir el paso de una nueva vida.
Su canal es amplio, el sacro más corto y curvado, el ángulo subpúbico más abierto.
Cada rasgo grita una sola cosa: nacimiento.
🔹 A la izquierda, la pelvis masculina.
Alta, fuerte, estrecha y densa. Diseñada para soportar peso, resistir impactos y brindar estabilidad.
Su entrada pélvica en forma de corazón y su sacro más largo revelan una estructura hecha para sostener.
Ambas pelvis son perfectas en lo que fueron hechas para hacer.
No hay jerarquía. No hay mejor ni peor.
Solo formas distintas, para funciones distintas.
Un cuerpo que se adapta, se transforma y evoluciona.
Estudiar estas diferencias no es solo una clase de anatomía.
Es una ventana al poder de la diversidad humana.
Un recordatorio de que incluso en los huesos,
la forma sigue a la función… con belleza, con sentido y con vida.
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